Entrevista en torno a la violencia dentro de la pareja
¿Por qué las políticas de igualdad no frenan la violencia de género?
Ocho mujeres han muerto este mes de julio en España por violencia de género. Tradicionalmente, se da un repunte de casos en los meses estivales, especialmente en este séptimo. Tanto en 2018 como en 2019 fueron 9 las víctimas de este tipo de violencia en este mes, descendiendo a 4 en 2020, que fue el año de la pandemia. En 2021 fueron 6 y 3 en 2022. Este año vuelven a ser 8. La fluctuación en las cifras entra dentro de lo normal, siendo esas 3 de 2022 el dato inusual. Excepto en 2017 y 2013, que el número de víctimas descendió a 2 y en 2010 que subió hasta 10, lo habitual viendo las estadísticas es que en este mes oscilen las cifras entre seis y ocho. Es decir, que el incremento, pese a ser llamativo, desde el punto de vista estadístico no es en absoluto significativo. Ni siquiera lo es que sea julio un mes nefasto hasta ahora este año: en 2022 lo fue diciembre; en 2021 fue junio; en 2020, enero y agosto; en 2019, sí fue julio. No parece, coinciden en señalar los especialistas, que se pueda extraer un patrón temporal observando las concentraciones de casos o el llamado «efecto acumulación».
En lo que sí lo hacen es en señalar que los periodos vacacionales son uno de los factores, que no causas, que aumentan el riesgo de violencia debido al incremento del tiempo de convivencia. También lo son las olas de calor. Estos dos motivos coincidirían en estas fechas. Sin embargo, tras conocerse las cifras del mes de julio y sin más dato que ese, este año se apuntaba a «los discursos negacionistas» como causa determinante.
Miguel Lorente, por poner un ejemplo de entre todos, médico forense reconvertido en experto en violencias machistas y exdelegado de Gobierno para la Violencia de Género, belicoso defensor de la idea esotérica de que la violencia es exclusivamente cosa de hombres, señalaba que «el negacionismo está influyendo mucho». Y advertía, además: «Ahora mismo hay hombres que están pensando en asesinar a sus mujeres y esa idea se ve reforzada cuando ven que otro ya lo ha hecho».
Pese a que diversos estudios científicos descartan el efecto contagio o imitación en la violencia de pareja, y a que las cifras no son relevantes a nivel estadístico, en ciertos medios insisten en dar voz a siniestros personajes acientíficos que han hecho, de la instrumentalización ideologizada de un problema real, su medio de vida. ¿Ayuda esto a las víctimas? ¿A la prevención real de las violencias hacia las mujeres? ¿A un análisis riguroso que favorezca un diagnóstico certero y al diseño y aplicación de medidas efectivas? ¿A algo más allá de sus propios y particulares intereses?
«Cualquier “análisis” simplista de un suceso multifactorial es de todo menos un coadyuvante en la prevención», explica la escritora y articulista Cuca Casado, coautora del libro «Desmontando el feminismo hegemónico». «De todos los casos de violencia dentro de la pareja, ¿sabemos en cuántos había de por medio consumo de alcohol o de otras sustancias? ¿Qué se sabe de la personalidad del victimario? ¿Tenía algún tipo de trastorno de la personalidad o carecía de habilidades sociales y emocionales? ¿Cuál era la situación económica y laboral de la pareja? ¿Era la primera agresión? Son algunas de las preguntas cruciales que cualquier profesional de la salud y del ámbito criminológico se debería plantear para, primero, entender las motivaciones y factores criminógenos existentes y, segundo, para desarrollar tratamientos preventivos y medidas restaurativas. Sin esa labor, todo lo que se diga es dogmático». Y añade: «Como en cualquier suceso, más si es de violencia de lo que hablamos, la que se da dentro de la pareja responde o es motivada por factores biopsicosociales y ambientales. Uno de esos factores es el verano y lo que conlleva: tiempo de vacaciones y, por ende, mayor tiempo de ocio con la pareja. Normalmente las parejas pasan más tiempo juntos, y si hay un conflicto esto puede aumentarlo. Igual que ocurre con los divorcios, que suelen aumentar en estas épocas».
El Ministerio de Igualdad se apuntaba también a la tesis de culpar a los discursos negacionistas, pese a que no le quedaba otra que reconocer, en una rueda de prensa sin preguntas, que los repuntes de casos en periodos estivales son un fenómeno que lleva ocurriendo desde que estos se computan, e iba más allá: el entorno puede ser cómplice y encubridor. Así, que las políticas adoptadas no tengan un impacto real y comprobable sobre la problemática, no es responsabilidad suya, sino del círculo íntimo de la víctima y de aquellos que discrepan, aunque sea mínimamente, con sus tesis.
«El problema de los homicidios de mujeres por parte de la pareja (o expareja) está instrumentalizado desde hace décadas», apunta Casado. «Llevamos casi 20 años de ley y no ha cambiado absolutamente nada. No sabemos nada que ayude a mejorar y optimizar las diferentes formas de prevención. Y no lo sabemos porque no interesa resolver (mejor dicho, reducir) este problema: si se redujera el riesgo ¿de qué iban a vivir las diferentes asociaciones y fundaciones, así como políticos y ciertos medios? Como ya expliqué en su día en el libro “Desmontando el feminismo hegemónico”, según los datos abiertos de la Administración General del Estado y el BOE, entre 2014 y 2018, se concedieron 24.607.298,67€ en subvenciones destinadas a más de 1000 asociaciones, federaciones y/o fundaciones que contienen en su denominación la palabra “mujer”. Por su parte, las Comunidades Autónomas destinaron un total de 103.867.476,73€ en más de 9.000 subvenciones. Sin duda, se trata de una cantidad ingente de recursos destinados a mantener la existencia de múltiples asociaciones y fundaciones, mientras el problema de la violencia en la pareja sigue sin abordarse eficazmente y sin reflejarse esa inversión en mejoras sustanciales y medidas efectivas».
Mientras tanto, las cifras de homicidios en el ámbito de la pareja siguen siendo las mismas con ligerísimas variaciones: en 2017 murieron 50 mujeres. 53 en 2018, 56 en 2019. En 2020, 2021y 2022 fueron 49. «El gran problema», señala Cuca Casado, «es el abordaje simplista y reduccionista del asunto. Cualquier agresión dentro de la pareja se interpreta como debida al machismo y ya está. Esa es toda la argumentación. Pero la realidad es que hay otras motivaciones y factores concomitantes a los que no se quiere, o no interesa, prestar atención. Y debería hacerse».
Y eso es lo que espera, precisamente, la ciudadanía: análisis rigurosos, medidas efectivas y resultados satisfactorios. Pero es difícil que eso ocurra si se continúan despilfarrando los recursos en apuntalar teorías acientíficas sustentadas en intereses que poco tienen que ver con ese fin. Y así lo señalan los especialistas, los que analizan en profundidad los datos e investigan las verdaderas causas.
Precisamente en uno de estos de estudios, de 2019, sobre la evolución del efecto imitador en los homicidios de pareja en España, se alertaba sobre esto con las siguientes palabras: «La población espera que los gobiernos intervengan e instalen medidas públicas que trabajen para la protección de los ciudadanos. Sin embargo, estas acciones deben estar informadas y basadas en hechos científicos para ser lo más efectivas posible. Es fundamental evitar caer en conclusiones engañosas producidas por un procesamiento de datos incorrecto o correlaciones espurias».