La hipercomunicación, resultado de la digitalización, nos ha permitido estar interconectados. Sin embargo, no trae consigo más vinculación ni mucho menos más cercanía. Aunque se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones, estados, deseos o preferencias, crece sin parar la soledad y el aislamiento. Esa interconexión digital no facilita el contacto con otros, sino que sirve "para encontrar personas iguales y que piensan igual, haciéndonos pasar de largo ante los desconocidos y quienes son distintos" (Byung-Chul Han). Consecuencia de ello es que nuestro horizonte de experiencias se vuelve cada vez más estrecho.
La hipercomunicación genera mucho ruido, pero ninguna voz. La indignación queda en nada, porque vivimos en un "shock del presente" (Douglas Rushkoff). No nos permitimos ni un solo momento vacío, ni con demoras. Hacemos zapping entre las "opciones vitales", apresurándonos de un presente a otro sin aprender. No obstante, no todo está perdido, hay una solución: la contemplación, el silencio. Me refiero a pararnos a pensar, a mirar, para poder reflexionar acerca de nuestras vidas y darles sentido. Poder recuperar esa narrativa que corre el riesgo de perderse.
Peter Handke se pregunta en una de sus anotaciones lo siguiente: "¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?". El mundo es más profundo de lo que pensamos y aquí quiero invitaros a ello. Creo en el diálogo reflexivo como el medio para que las ideas se desarrollen, se difundan y surtan efecto.
¿Intercambiamos cartas?