Descriminalizando las adicciones

 
 
 

Decía Hegel que “comprensión es dominio” y no le sobraba razón, y más cuando de adicciones hablamos. Pues casi todo lo que se cree sobre las adicciones está equivocado y se comprenden poco los mecanismos que llevan a ser adictos. Bueno, quizá se comprende pero no se quiere actuar en consonancia, porque supone desarticular toda la Guerra contra la Droga que se estableció hace medio siglo y depurar responsabilidades.

Todo empieza en la década de los 60, cuando se decide castigar y hacer sufrir a los adictos porque se creía que los disuadiría y, por lo tanto, les daría un incentivo para no seguir con ellas. Pero acaso alguien se ha preguntado ¿qué es lo que provoca una adicción? ¿Por qué dos personas que consumen la misma sustancia, una se vuelve adicta y otra no? ¿Por qué se sigue con esa perspectiva punitiva que, aparentemente, no funciona? ¿No habrá una manera más óptima de abordar esta cuestión que nos atañe a todos?

Tal y como dije, hablando del Trastorno de la Conducta Alimentaria, comprender las adicciones entraña entender que son el síntoma de una dolencia psicológica, emocional, que guarda una relación muy estrecha con la ausencia de vínculos saludables entre nuestros iguales. Entraña comprender que una persona inmersa en una adicción necesita apoyos, en lugar de aislamiento. Pero quizá antes de entrar de lleno en lo que entraña las adicciones, sea necesario comprender qué es una droga.

Todos consumimos drogas

Es habitual establecer unas distinciones no razonables entre drogas y drogas. Habitualmente, cuando se hace referencia al concepto de “droga” se entiende como sustancias por las que se tiene adicción y de las cuales es difícil prescindir. Si preguntase, seguramente muchos de ustedes pensarían en la heroína, la cocaína y otras sustancias similares. Sin embargo, el café, el tabaco y la comida son sustancias por las que se puede desarrollar una adicción.

No obstante, el concepto de droga es mucho más amplio. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es “un término de uso variado que en medicina se refiere a toda sustancia con potencial para prevenir o curar una enfermedad […] y en farmacología como toda sustancia química que modifica los procesos fisiológicos y bioquímicos”. En definitiva, son sustancias que producen de algún modo una alteración y pueden modificar la conciencia, el estado de ánimo o los procesos de pensamiento de la persona.

 

La sociedad entiende por drogas las sustancias ilegales, cuando el alcohol, el tabaco, el sexo, la comida, los móviles, el juego son también “drogas”

 

Sin embargo, la sociedad entiende por drogas las sustancias ilegales, cuando el alcohol, el tabaco, el sexo, la comida, los móviles, el juego, etc., son también “drogas” legales. Pues todas generan cambios psicológicos y, además, son susceptibles de crear dependencia, ya sea psicológica, física o ambas. Es más, el tabaco y el alcohol son causa importante de mortalidad y discapacidad. Por ello, la legalidad o ilegalidad de las drogas no se corresponde con su posible peligrosidad. Entonces, ¿qué indica la peligrosidad de una sustancia o de una conducta? El vínculo adictivo.

Las adicciones como síntoma

Circulan mitos y medias verdades en torno a las adicciones. Para empezar, es muy frecuente identificar a la persona que consume sustancias como adicto y sin embargo la adicción es sólo un tipo de “vínculo”. Pues podemos encontrarnos con personas que consumen de forma experimental/puntual, de forma regular (social) y, por último, de forma nociva (abuso y dependencia). Hablamos de adicción cuando se habla de ese comportamiento de búsqueda compulsiva y consumo o realización de la conducta problemática (juegos de azar, por ejemplo), menoscabando otras actividades, incluso básicas (alimentarse o asearse, por ejemplo).

También se cree que es adicto el que quiere y, por lo tanto, se puede dejar en cualquier momento. Nada más lejos de la realidad. Las personas vulnerables a desarrollar una adicción tienen dificultades intra/interpersonales, además de una predisposición genética. Son múltiples los estudios que hablan de los genes que están involucrados en la adicción. Concretamente, los estudios de epidemiología genética han puesto de manifiesto que las adicciones tienen una moderada a alta heredabilidad. Es más, han evidenciado que los factores ambientales y genéticos contribuyen a las diferencias individuales en la vulnerabilidad a las adicciones.

 

Cuando comienza una adicción suele ser en pequeñas dosis y en contextos habituales, pasando desapercibida. No se debe ni al vicio ni al placer, ni mucho menos a la falta de voluntad

 

Tampoco pueden olvidarse que cuando comienza una adicción suele ser en pequeñas dosis y en contextos habituales, pasando desapercibida. Que no se debe ni al vicio ni al placer, ni mucho menos a la falta de voluntad. Ser adicto no se elige, no se tiene libertad de elección. Es una forma de evitar la insatisfacción de la realidad. Pues cuando la persona no tiene recursos emocionales ni apoyos y está viviendo una situación compleja, traumática, a la que se le suma la presión social y/o laboral, siente la necesidad de huir. Es toda una conducta evasiva en la que no son ni conscientes de su insatisfacción.

En definitiva, la persona vive una crisis de identidad y de confianza en sí mismo y con los demás. Al no disponer de herramientas para afrontar la realidad, esos sucesos traumáticos que no se resuelven, o se resuelven deficientemente, pasan a ser los factores desencadenantes de la adicción. De este modo, las adicciones son enfermedades y, también, síntomas de la ausencia de vínculos afectivos. Ausencia de conexiones saludables, que es lo que contribuye a aumentar la probabilidad de que aparezca la conducta adictiva. A pesar de ello, se llevó a cabo toda una iniciativa orientada a perseguir la producción, comercio y consumo de ciertas drogas, en lugar de brindar recursos y apoyos sociales: la Guerra contra las drogas.

Perseguir y castigar en lugar de rehabilitar y reinsertar

La cruzada personal del presidente Nixon contra la drogadicción se materializó bajo la iniciativa política conocida como la Guerra contra las drogas. Iniciativa reforzada con la creación de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Todo un enfoque prohibitivo y punitivo que influyó en todas las políticas globales sobre las drogas.

Sin embargo, las investigaciones científicas han demostrado que esas prácticas represivas ligadas a leyes anti-droga han alejado a los consumidores de sustancias adictivas de los servicios de salud pública. Además, todo ello ha provocado una distorsión de las políticas, minimizando o ignorando los tratamientos de las adicciones y las medidas de salud basadas en la evidencia. Ha sido tal catástrofe que la Comisión Global de Políticas de Drogas (CGPD) lo anunció como fracaso hace ya unos años. Por si hubiera dudas, hace menos de un año se ha publicado un estudio de Bryce Pardo y Peter Reuter (formaban parte de la CGPD) en el que revisan pormenorizadamente la iniciativa y concluyen que de haberse enfocado en la prevención y la salud pública, en lugar del enfoque prohibitivo y punitivo, la historia podría haber sido diferente.

Cambiemos la historia

No todo está perdido y tenemos un ejemplo de cambio para mejor: Portugal. En el año 2000, Portugal se encontraba con el peor problema de drogas de Europa y decidieron, con ayuda de un equipo multidisciplinar, cambiar la dinámica en relación con las drogas. Descriminalizaron sin despenalizar el consumo de todas las drogas e invirtieron los presupuestos destinados a las políticas contra las drogas, en un programa masivo de creación de empleo para adictos y en otras ayudas para reconectarles con la sociedad.

Tras más de 15 años de iniciativa, los resultados son esclarecedores. Pasan de tener el 1% de la población adicta a la heroína al 0,3%, reduciendo en un 50% el uso de drogas inyectables, además de disminuir las sobredosis y los casos de VIH en adictos, así como han retrasado el inicio de consumo. Aunque la proporción de adictos es similar, el consumo no se ha disparado. No obstante, alertan sobre la complacencia social con el cannabis. Portugal se ha convertido en un pionero al apostar por una salud pública y unos recursos sociales. Se han volcado en los factores de protección (vínculos afectivos) y en posibilitar una vida de satisfacción y equilibrio para disminuir los riesgos de caer en cualquier adicción.

Un problema de todos, una solución de todos

Vivimos en una sociedad donde las personas se sienten cada vez más vulnerables a todo tipo de adicciones. La pérdida de vínculos y las desconexiones están siendo el motor más importante de las adicciones y está creciendo. Johann Hari ha visto cómo nuestros métodos actuales fallan de primera mano y comenzó a preguntarse por qué tratamos a los adictos como lo hacemos, y si podría haber una mejor manera. Portugal es la muestra de que hay una mejor manera.

 

La pérdida de vínculos y las desconexiones están siendo el motor más importante de las adicciones y está creciendo

 

Hablando con un amigo de este tema, resumió con sencillez la cuestión. Los mecanismos de adicción a la comida, sexo, trabajo o deporte son los mismos que a la cocaína, la heroína o el tabaco. A cualquier droga. Es la mente de la persona y la persona con sus circunstancias las que hacen adicto a alguien.

Tal y como dice Antonio Escohotado: “Sólo me resta sugerir -por el bien de nuestra generación y de las sucesivas- una nueva forma de abordar el asunto en cuestión. No es preciso cambiar del día a la noche, pasando de una tolerancia cero a una tolerancia infinita. Caminos graduales, reversibles, diferenciados para tipos diferentes de sustancias y toda especie de medidas prudentes son sin duda aconsejables. Lo esencial es pasar de una política oscurantista a una política de ilustración, guiados por el principio de que saber es poder y de que el destino de los hombres está en el conocimiento”.